lunes, 27 de enero de 2014

Francesca Woodman, juego de espejos

Francesca Woodman nació en Denver, Colorado un 3 de Abril de 1958.
La infancia de Francesca transcurrió entre Boulder, un pueblo de Colorado, y Antella, una aldea de la campiña toscana frecuentada por artistas y exponentes de la alta sociedad de Florencia. Su interés por la fotografía surgió a una edad muy temprana, con solo 13 años empezó con sus primeros trabajos, ya adoptando un estilo característico, casi siempre fotografiando en blanco y negro, con formato cuadrado, y dando prioridad a la iluminación para, a través de ella, conseguir centrar la atención sobre un sujeto principal  en la escena.



Entre los años 1975 y 1979 fue estudiante de la Rhode Island School of Design en Providence, y fue aceptada en el Programa de Honores que le permitía vivir durante un año en las instalaciones de la escuela en Palazzo Cenci en Roma. Allí se identificó con el surrealismo y el futurismo, que desde entonces ganaron presencia en sus fotografías, así como la decadencia, representada en las paredes desnudas y los objetos antiguos que también comenzaron a poblar sus trabajos.


 Se trasladó a Nueva York en 1979, donde quiso hacer carrera fotográfica. Envió portafolios a algunos fotógrafos de moda, pero sus esfuerzos no se vieron recompensados. Debido a su fracaso y a una ruptura sentimental, Woodman entró en una depresión. El 19 de enero de 1981 Francesca Woodman se suicidó saltando por una ventana de Manhattan el 19 de Enero de 1981 con apenas 23 años de edad.


Su obra consiste en retratos de mujeres en blanco y negro, siendo ella misma la modelo en muchas ocasiones. El cuerpo es uno de los temas centrales de su fotografía; las figuras humanas aparecen borrosas, perdidas en la sombra, parecen formar parte de las salas invadidas por el deterioro.


Para Francesca Woodman el medio preferido para sus imágenes era el libro: sus fotos pasaban desapercibidas en galerías, sobre todo si tenían que competir con las imágenes de moda, aumentadas a tamaños descomunales. Diseñó libros para recoger sus fotografías, pero sólo se publicó uno de ellos: Algunas geometrías interiores desordenadas, en 1981.



Si bien sus imágenes revelan una fascinación estética por la muerte y la decadencia, materializada en casas decrépitas, flores secas y paredes desconchadas, sus imágenes no sólo se mantienen ajenas a la desesperación que precede un suicidio, sino que rezuman vitalidad, energía, poder y ansia de experimentación. Casi nunca enseña el rostro y experimenta con su cuerpo desnudo. A veces se mira con los ojos de una mujer y otras con el deseo de un hombre, pero nunca soporta estar fuera del encuadre.



Su obra consiste, mayoritariamente, en retratos de mujeres en blanco y negro, siendo ella misma la modelo en muchas ocasiones. El cuerpo es uno de los temas centrales de su fotografía; las figuras humanas aparecen borrosas, perdidas en la sombra, parecen formar parte de las salas invadidas por el deterioro. Femeninas, sensuales, intensas, a veces dramáticas, pero nunca desesperadas. Así, la mayoría de las imágenes de Francesca parecen tejer un mundo deliberadamente enigmático que le ha valido, junto con una turbulenta estancia en Roma y el epílogo del suicidio, también una fama de fotógrafa con aura maldita.












http://www.enkil.org/2010/10/11/francesca-woodman-un-instante-entre-muchos/

http://es.wikipedia.org/wiki/Francesca_Woodman

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