lunes, 26 de marzo de 2012

Vampyr

Vampyr, una de las mejores películas del director danés Carl Theodor Dreyer. Una hora y cuarto de  cine en todo su esplendor que no sólo se alza como uno de los más interesantes planteamientos sobre el vampirismo en el cine, sino que invita al espectador a completar en su cabeza la historia que Dreyer propone. Una osadía para aquella época —estamos en 1932—, pues el cine acababa prácticamente de empezar y eran pocos los que se atrevían a apartarse de los cánones clásicos de narración.
La osadía le salió cara a Dreyer, pues debido a su fracaso el realizador estuvo diez años inactivo antes de dirigir su siguiente trabajo.

‘Vampyr’ está basada libremente en los relatos ‘Carmilla’ y ‘La posada del dragón volante’ de Sheridan Le Fanu. Precisamente el primero sirvió de inspiración al famoso ‘Drácula’ de Bram Stoker, novela que Dreyer no barajó en ningún momento ya que Tod Browning acababa de conseguir un estruendoso éxito con la adaptación que protagonizó Bela Lugosi y que a día de hoy sigue siendo la más famosa. ‘Nosferatu’ de F.W. Murnau era otro de los grandes títulos basados en la obra de Stoker.

La principal intención de Dreyer a la hora de adentrarse en la historia que narra ‘Vampyr’ es la de demostrar en cierto modo que el terror viene por lo que se produce en la mente del individuo más que por los acontecimientos que tienen lugar alrededor. ‘Vampyr’ es una película que se siente en cada uno de sus fotogramas en los que Dreyer crea para nosotros un mundo fantasmagórico, onírico, enigmático, sexual, lleno de muerte y también de vida, con la esencial característica de que no parece nuestro mundo, sino algún lugar que se encuentra entre realidad y ficción.


Dreyer, que consideraba que el cine a diferencia del teatro debía ser la realidad más que una representación de la misma, aquí propone un juego de imágenes irreales para meterse en la mente de cada uno. A través del personaje central, que funciona como simple conductor de la historia más que como el típico héroe de las películas de vampiros, el espectador intentará desengranar cada una de las secuencias llenas de simbolismos y en las que el director cambia nuestra percepción desde el mismo instante en el que Allane Grey (West) llega a la posada y en paralelo se nos narra una acción que parece no ser importante, pero lo es por lo que desencadena en la mente del protagonista, nuestra mente. Grey mira como un campesino con una gran guadaña espera a que un barquero lo recoja en la orilla del río que hay allí cerca. Antes mediante un rótulo se nos ha avisado de que Grey es un estudioso de lo sobrenatural, su mirada —la nuestra— está sugestionada por todo lo extraño que acontece a su alrededor.
 A partir de la primera noche del protagonista en la posada  deambula por el sendero de lo desconocido mediante todo un mosaico de imágenes extrañas y sugerentes que nos llevan de una escena a otra sin seguir una lógica aparente.


Dreyer consiguió en ‘Vampyr’ una de las atmósferas oníricas más conseguidas de toda la historia del cine, me atrevería a decir que la más conseguida. Gracias a su operador de cámara, Rudolph Maté,  logra una hipnótica imagen bañada de multitud de grises que nos embriagan y nos llevan más allá de los trucos de montaje o los efectos de luz. A este respecto cabe señalar que para las escenas nocturnas, Dreyer y su equipo filmaban a primera hora de la mañana, consiguiendo un efecto deslumbrante y terrorífico.


Nunca una película fue un claro ejemplo de puesta en escena como ésta. Sirvió de inspiración a muchos cineastas posteriores pero muy pocos han sido capaces de llegar a los niveles que llegó Dreyer con ‘Vampyr’ en cuanto a capacidad de sugerencia se refiere.



martes, 20 de marzo de 2012

El oscuro gabinete de Alfred Kubin

 Alfred Leopold Isidor Kubin , ilustrador expresionista Austriaco, y también escritor. Nacido un 10 de abril de 1877, sólo para cruzar un 20 de agosto de 1959 más allá del horizonte crepuscular de la mano de uno de sus símbolos favoritos: La muerte.
La educación artística de Kubin comenzó como estudiante de fotografía bajo las luces del fotógrafo paisajista Alois Beer, este aprendizaje se extendió de 1892 a 1896.  Después se enrola en la Academia de Múnich en 1899, si bien no finalizó sus estudios allí. En Múnich, Kubin descubre los trabajos de Odilón Redon, Edvard Munch, James Ensor y Max Klinger.
Las técnicas de Goya y Klinger influenciaron el estilo de sus trabajos en este periodo, los cuales consistían principalmente en dibujos a tinta  y acuarelas, con temas de una personalidad fantástica y macabra. Kubin produjo entre 1902 y 1910 una pequeña cantidad de pinturas al oleo; pero pronto comenzaron a predominar en sus trabajos el uso de otras técnicas, y así, el dibujo con pluma a tinta china, la acuarela y la litografía se convirtieron en su medio de expresión favorito. En 1911 se asoció, junto a sus amigos, Paul Klee y Franz Marc, al grupo Der Blaue Reiter, participando con estos en una exhibición en Berlín en 1913. Prácticamente esto fue lo más lejos que Kubin llegó en sus relaciones con los movimientos y artistas de su época, ya que a partir de ese momento perdió contacto con las vanguardias y sus representantes.


Kubin, es creador de unos de los universos visuales más originales del expresionismo, por lo espectral, simbólico, y la extraña fantasía de sus trabajos, ligadas por series temáticas. Por otro lado, su sensibilidad para la ilustración exploró nuevas manifestaciones visuales para las obras de Edgar Allan Poe, E. T. A. Hoffmann, Fyodor Dostoevsky y otros. Su genio no se limitó a las artes visuales, sino que se abismó en la dimensión de la literatura, resultando en la escritura de una novela titulada «Die Andere Seite» («El Otro Lado»; 1909). Considerada una crónica apocalíptica de atmósfera claustrofóbica y absurda; con reminiscencias de los últimos escritos de Franz Kafka. Esta novela es considerada como una de las obras maestra de la literatura fantástica alemana; así la han calificado reputados autores como Hemann Hesse, que la sitúa a medio camino  entre Meyrink, Poe, y Kafka.


Desde 1906 hasta su muerte llevó una vida retirada en un castillo del siglo XII en Zwickledt, en los Alpes austriacos. En 1938, con la anexión de Australia a la Alemania Nazi, su trabajo fue declarado «Arte Degenerado».






Kubin fue una influencia determinante en uno de los cineastas más importantes del expresionismo: Friedrich Wilhelm Murnau. Éste sentía una gran fascinación por la obra de Kubin, en especial por el uso irreal que hacia de la luz. La magia de muchos de sus grabados y dibujos está de hecho en el ambiente crepuscular, cuya mortecina luz no procede de una fuente determinada sino más bien de la misma atmósfera. En una de la escenas del Fausto de Murnau, se copia literalmente una de las ilustraciones que Kubin hizo para su novela «El Otro Lado»: La casa de la madre de Margarita, extrañamente iluminada en la noche. Algo similar sucede en una escena de la calle de Nosferatu, también copia de una ilustración del mismo libro.