viernes, 20 de enero de 2012

José Ribera

Xátiva 1591- Nápoles 1652

También conocido como Jusepe de Ribera o Giuseppe Ribera en italiano. Pintor y grabador tenebrista español del siglo XVII. También fue llamado, por sus contemporáneos Lo Spagnoletto, o "el pequeño español", por su costumbre de firmar así sus obras.

Fue hijo de un zapatero, y aunque se carece de datos firmes acerca de sus comienzos artísticos, se sabe que estudió pintura en Valencia. Fue allí discípulo de F. Ribalta. Pero esta indicación tardía, aunque no improbable, es más una deducción que una noticia, y no está corroborada por documento alguno ni por relaciones concretas de orden estilístico. Lo que Ribera pudo pintar por entonces nos es desconocido en absoluto.

Hacia 1608-1610 marchó a Italia, de donde no había de volver. Consta que anduvo algún tiempo por Lombardía, y que en Parma llegó a realizar un encargo público que le llevó a admiraciones y rivalidades.

Gracias a investigaciones recientes, actualmente se posee bastante información de su época romana, antes muy oscura. Ribera llevó en Roma una vida pobre y bohemia, y durante cierto tiempo tuvo que trabajar por cuenta de otros pintores con taller establecido. Con él vivía su hermano Juan, dos años más joven, también pintor y que luego pasaría asimismo a Nápoles. Fue miembro de la Academia de san Lucas, y un testigo de excepción, el tratadista G. Mancini, señala que desde hacía mucho no había aparecido en Roma un pintor de mayores dotes naturales, que llegó a obtener gran fama y que sus cuadros fueron muy estimados por su resolución y colorido, a la manera de Caravaggio, pero “más tinto y más fiero”.

                                             Sileno ebrio, 1626

En 1616 se trasladó a Nápoles, donde residiría hasta su muerte, y se casó con la hija de un pintor local, Azzolino. Ribera se afirmó muy pronto como la personalidad más prestigiosa del foco pictórico napolitano, que por entonces se estaba convirtiendo en uno de los más brillantes de Italia.

Y desde Nápoles su fama se extendió por Europa. Buena parte de su producción fue realizada para la élite española que regía el aparato gubernamental de Nápoles, especialmente para los virreyes. A través de la clientela aristocrática, muchas obras riberianas fueron pasando contemporáneamente por España, donde valieron a su autor un prestigio sólo comparable con el de Velázquez.

              Apolo y Marsias

 El uso del tenebrismo de Caravaggio fue su punto fuerte, si bien en su madurez evolucionaría hacia un estilo más ecléctico y luminoso. Inició una intensa producción que lo mantuvo alejado de su España, a donde nunca regresó, pero se sintió unido a su país gracias a que Nápoles era un virreinato español y punto de encuentro entre dos culturas figurativas, la ibérica y la italiana. Se cuenta que cuando preguntaron a Ribera por qué no regresaba a su país, él contestó: «En Nápoles me siento bien apreciado y pagado, por lo que sigo el adagio tan conocido: quien está bien, que no cambie». Y explicó: «Mi gran deseo es volver a España, pero hombres sabios me han dicho que allí se pierde el respeto a los artistas cuando están presentes, pues España es madre amantísima para los forasteros y madrastra cruel para sus hijos».

                                              Discusión de filósofos


Entre 1620 y 1626 no se conocen pinturas suyas. A este tiempo pertenecen, en cambio, la mayoría de sus grabados, no inferiores en maestría técnica a sus obras de pincel.

Estas estampas contribuyeron considerablemente a difundir por Europa su fama: el Martirio de San Bartolomé, grabado en 1624, fue la invención del maestro más veces copiada, y la serie de estampas hecha con miras pedagógicas que representa particulares de anatomía humana vino a constituir, directamente o a través de imitaciones, una de las cartillas de iniciación al dibujo más en uso durante los siglos XVII y XVIII.

                                                      Diógenes

A partir de 1626, el desarrollo pictórico de Ribera puede seguirse puntualmente, ya que desde ese momento se poseen cuadros suyos firmados y fechados en casi todos los años. La sección mayor de su catálogo está compuesta por asuntos religiosos: personajes o escenas del Antiguo Testamento; figuras aisladas de santos, entre las que son muy abundantes las de penitentes; escenas de milagros y de martirios, en los que, contra lo que se ha dicho, el pintor sólo muestra derramamientos de sangre, prefiriendo fijar los momentos que anteceden o siguen al suplicio propiamente dicho; episodios del Nuevo Testamento… Estos temas no se distribuyen uniformemente en el tiempo, sino que su frecuencia relativa está íntimamente relacionada con la evolución estilística y espiritual del artista.
                                                        Magdalena

                                                            La mujer barbuda (1631). Actualmente está depositado en el Museo del Prado. Es uno de los cuadros más insólitos de la pintura europea del siglo XVII, ya que refleja a la mujer con un aspecto masculino por sufrir hirsutismo. En la obra aflora el drama psicológico de la mujer transformada en hombre y la resignación del marido.


Ribera cultivó también temas de mitología, a veces con acentos desmitificadores e irónicos aproximables a los de Velázquez; otros adoptando el énfasis humanista tradicional; en algunos cuadros de este género desarrolló con impresionante crudeza el motivo del sentimiento físico.

                                              Ticio

El gusto de Ribera por lo característico y lo popular, por los individuos de carne y hueso, encontró un campo para manifestarse mucho más libre que en la pintura de asunto religioso o mitológico en las series de Filósofos, pintorescas evocaciones de sabios de la antigüedad clásica, y en representaciones de mendigos y otros tipos de la vida circundante, que constituyen uno de los aspectos más atractivos de su producción.

               Filósofo o Platón


Ribera es una de las figuras capitales de la pintura, no sólo de la española, sino de la europea del siglo XVII y, en cierto modo una de las más influyentes ya que sus formas y modelos se extienden por toda Italia, Centroeuropa y la Holanda de  Rembrandt, dejando una gran huella en España.
Pero la especial circunstancia de ser un extranjero en Italia le ha hecho ser visto como una persona ajena a su tradición y a sus gustos. A su llegada a Italia está en todo su apogeo la novedad caravaggesca, en tensión con la renovación romano-boloñesa que revivía el gusto clasicista. Por este motivo, adoptó el tenebrismo que daban los flamencos y holandeses presentes en Roma, pero no dejó de ver y asimilar algo de las formas bellas del mundo clasicista.

                                                 Apollo

Lord Byron decía de Ribera que pintaba con la sangre de los Santos, por su intensidad en el trazo, por su desgarrada anatomía y por la truculencia de algunos temas. Pero Ribera no es rudo ni primitivo; completa su formación enriqueciéndose con otras obras de la cultura italiana que le son pronto familiares. Ante todo, el estudio de la gran pintura del Renacimiento. En la educación de Ribera hay otro elemento que le distancia de los artistas españoles: es el estudio de la antigüedad clásica, al modo que hacían los maestros renacentistas y barrocos europeos. Se interesa por los temas mitológicos (si bien no tuvo muchos encargos de este tipo) y estudia las esculturas del antiguo Imperio romano. Su extraordinaria calidad como dibujante y su dominio de la anatomía le alejan de los pintores españoles de su época, mayormente limitados por la clientela religiosa y por cuestiones de moral.

                                              El sueño de Jacob

A lo largo de sus obras, podemos visualizar que Ribera no va a ser un pintor con un único registro, sino que su lenguaje va a ceñirse con admirable precisión a cada uno de los hechos acaecidos. Superando el tenebrismo inicial, volverá a los intensos contrastes de luz y de sombra cuando ciertos asuntos lo exijan o cuando la iconografía lo reclame.

                                                San Jeronimo

Podemos decir que es un creador extraordinario ya que posee la capacidad de crear imágenes palpitantes de pasión verdadera al servicio de una exaltación religiosa y su inagotable capacidad de «inventor» de tipos humanísticos que prestan su severa realidad a santos y filósofos antiguos con idéntica gravedad, hacen de él una de las cumbres de su siglo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_de_Ribera


                  
El tacto


La vista


El gusto



                                                                El oido



                                                                  El olfato




Grabados de José Ribera


              Cupido azotando a un sátiro







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